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DESDE LA COCINA

RESTAURANTES

Restaurante vegano La casa, Murcia

Restaurante vegano La casa, Murcia

Para analizar un restaurante Vegano en Murcia veamos primero en que consiste esta corriente de ideas. En palabras de Donal Watson:

“El veganismo es una filosofía y un estilo de vida basado en el respeto hacia los animales con capacidad para sentir. Para respetar a dichos animales, los veganos tienen en cuenta sus intereses, y por ello no usan ni consumen productos de origen animal(…) El veganismo excluye todas las formas de explotación y crueldad hacia el reino animal e incluye una reverencia a la vida. “

Pues con esto en mente me convencen para ir a comer un menú en el restaurante vegano La Casa, de Murcia

 

El restaurante

 Situado en Acisclo Diaz, el local lo deben haber purificado antes de abrirlo porque hasta hace pocos meses lo ocupaba un wok chino, que no se caracteriza precisamente por el respeto a los animales.

 Cuenta con unas siete u ocho mesas servidas por una camarera-propietaria joven y con ganas de agradar que se reparte entre salón y la ayuda en la cocina. Es por esto que el servicio no es todo lo rápido que sería deseable pero se mantiene dentro de lo admisible.

 Además, en estos sitios eso no importa, se respira tranquilidad y “alternativismo”, podría ser una sede del movimiento 15-M si no fuera porque no dejan pasar perros y no se puede fumar. Alcohol en cambio sí: cervezas ecológicas, licores y cañas de Mahou por si viene algún madrileño. Los refrescos son BIO, el de cola sin cafeína con sirope de maíz como edulcorante y lo que es más curioso en una lata como las de Coca-cola, a ver si las van a fabricar también ellos…

 Dado que está prohibido el uso de cualquier producto animal en este restaurante, no sucede como en algún otro vegetariano en el que se abusa de los quesos como medio para obtener platos sabrosos. Aquí no hay huevos o leche, salvo la procedente de la soja. Esto redunda en una merma de sabor aunque se agradece posteriormente en las digestiones.

 

 De menú:

 De primero un guiso húngaro similar a unas albóndigas con patatas con la peculiaridad de que las albóndigas, oh sorpresa, no llevaban carne, sino una masa compacta e indeterminada. Le añadimos verduritas, pimentón, y se nos queda un primero decente.

 Por otro lado, un ajoblanco, se ve que ya había  veganos en tiempos de los romanos, época a la que se remonta este plato. Bromas aparte, es un plato muy sabroso y un entrante fresco, especialmente para el calor que gastamos en Murcia por estas fechas.

 La polenta, plato típico italiano compuesto de sémola de trigo, conforma el elemento principal del segundo plato. Nos la presentan “bonita”: compactada y acompañada de un frito de tomate y pimientos junto a una berenjena a la plancha.

 Berenjena que comparte con unas hamburguesas de tofu cubiertas de arroz y con una salsa de manzana. Muy original la idea, con el arroz crujiente al pasar por la sartén que recuerda en la textura a la morcilla de arroz a la plancha, voy tomando nota que esta idea se la copio, eso sí, dentro va a llevar carne de verdad.

 El postre, a parte de un helado de manzana preparado con leche de soja, recupera un viejo producto la algarroba, usada en la postguerra y con la que se elabora un sucedáneo del chocolate denominado carob, Con este producto elaboran un bizcocho de grano algo suelto y de sabor peculiar. Como curiosidad la semilla de algarrobo (ceratonia siliqua), por su uniformidad de masa, era usada como unidad de medida y de ella procede el nombre quilate, usado como medida de peso en joyería

 En definitiva, un restaurante curioso, no sé si único en Murcia, pero interesante para probar cosas nuevas y quién sabe si para cogerle el gusto, en fin yo mañana tomaré chuletón.

 Ah, de precio 12 € por persona, que no está nada mal.

 

 

 

 

 

 

 

Restaurante Por Herencia Murcia

Restaurante Por Herencia Murcia

 

 

Calle de Cánovas del Castillo, 9, 30003 Murcia

868 97 46 00  

 

Por herencia surge en 2011 de la mano de las hijas de José Navarro Martinez, fundador de Los Toneles, y a escasos metros de este local.

 Paredes de piedra y barra en cristal negro decoran un restaurante moderno pero sin lujos, no es hijo de ningún diseñador famoso, tampoco lo necesita porque aquí se viene a comer, no a admirar arte desde el pequeño comedor que alberga seis o siete mesas o desde la amplia terraza que nuestro buen clima permite disfrutar diez meses al año

 Con una carta plena de tapas (caballitos, hueva, marineras, tempuras, caramelos de carrillera, pulpo, croquetas de boletus o espinacas y tomate dulce, entre otras) y algo más corta de platos principales (carnes y pescados a la brasa y algo de pasta) es un buen decisión para una cena informal o de grupo, sobre todo por unos precios contenidos, algo extraño hoy en día pese a la que está cayendo.

 Nosotros podemos dar fe de un lomo de atún, a lo Baltasar Gracián- “lo bueno si breve…” plato grande y algo corto de contenido, cama de verduras con bechamel de trufa y unos brotes morados para un pescado con demasiada exposición a la sartén.

 Disfrutamos de unos exquisitos pinchos de vieira con salsa americana, con un rebozado hilado, como de nido de ave, quizá demasiado fino para ser casero, de cualquier modo intachable el punto de cocción de la vieira, jugosa por dentro y muy bien acompañada de una salsa clásica.

 No de sobresaliente, aunque sorprendentemente tiernos los fondos de alcachofas, rellenos con hongos y bechamel de trufas, compartida esta, no es bueno repetir, con el fondo del atún,

 No me olvido de los champiñones, grandes, hermosos, con un relleno sencillo pero cremoso y suculento, en un estrella Michelin se llamarían “talos con  reminiscencia de marisco y  peineta de ibérico” aquí no tienen tanto nombre pero si el mismo sabor

 Del servicio, ni bueno ni malo, informal y atento pero algo ruidoso en la barra

 Todo por unos 65-70 € para dos personas con una botella de Baigorri. No estaría  de más hacerle alguna otra visita

 CALIFICACIONES

Ambiente: 7

Presentación: 7,5

Cocina: 7,25    

Servicio: 7

Originalidad platos: 7,25

Relación calidad Precio: 7,5

 

Nota Media 7,20

 

Restaurante el Obrador. Murcia

Restaurante el Obrador. Murcia

No sé si será casualidad, la situación económica, o que tengo un puntito gafe, pero un alto porcentaje de los restaurantes que comento en este blog acaban por cerrar sus puertas. Se ve que mi publicidad no es muy efectiva

 

Hoy nos toca el restaurante el Obrador y mucho me temo que o cambian las cosas en muchos aspectos o le auguro, y espero equivocarme, un futuro no demasiado prometedor.

 

Este restaurante abierto recientemente, aprovecha las instalaciones del antiguo restaurante Masadi, ya comentado en este blog (pincha aquí), Hasta tal punto que el reservado continua llevando el nombre del extinto comedor y me atrevería a decir que la camarera, de alguna nacionalidad mas allá del la zona euro, continua siendo la misma, por suerte para los clientes.

 

En cambio la cocina ha aprendió euskera, eso sí con acento panocho, con la dificultad que conlleva combinar unas salchichas y morcillas con un bacalao al ajoarriero, que debe ser algo así como combinar chanclas con calcetines o americana con pantalones cortos, es decir algo solo reservado a unos pocos.

 

Debo reconocerle una extraña, por poco común, amplitud en la carta, con una generosa combinación de pinchos, mariscos, carnes, platos tradicionales y alguno más sofisticado.

Igual de esplendida es la carta de vinos y cavas, con referencias de apellido noble y otras con menos abolengo pero el mismo saber hacer y todas a un precio muy razonable, al menos para lo que se estila en los restaurantes donde duplicar el precio de cada botella es moneda común.

 

El problema es que algo no termina de cuadrar. Yo “navego” por su página web, a posteriori, y veo menús degustación por 20€ por persona, o un menú familiar por 15 €, este último en la cafetería, de acuerdo, y luego veo los precios de mi cuenta y algo chirria, en concreto mis dientes.

 

Y ahora os cuento porque:

 

Cena de 5 personas, con el apetito apagado después de comer un delicioso arroz, hecho por mí, modestia aparte. Nos dejamos aconsejar por el dueño, muy dispuesto, animado y sonriente.

 

“¿qué tal si empezamos por unas habitas, huevo y unas patatas paja…”, aceptamos, “un platito al centro”. Las habitas no se merecían el diminutivo, pero cumplían decentemente con la labor de dar de comer al hambriento y el plato, contémoslo todo, no era de la escuela de la cocina moderna y tenía su presencia y contundencia, bien por él. 24 €, bueno

 

“¿Unos pinchos con queso de cabra y que tal unos con bacalao ahumado, queso, y un esparrago?”. Sin rechistar, fe ciega en nuestro guía culinario.

 

Interesantes los primeros, montados sobre un pan de bizcocho, con un foie de los justitos y una gruesa rodaja de queso de cabra caramelizado. De lo mejor de la noche

En cambio sosos los segundos, algo así como una ensalada en vertical, pero falta de aliño y hecha con un tomate insípido, como de cena de estudiantes. Lo bueno es el precio, para el dueño quiero decir, 8,5 € por pincho.

Saco la calculadora del un, dos, tres y las gafas de pasta: 5 pinchos poco acertados, multiplicados por un precio totalmente desorbitados, hace un total de 42,50 € por una cuasi-ensalada. ¡Pero si eso es como dos menús degustación de los que anuncian en su página!, supongo que no llevaran ensalada.

 

Nada, nada, será que los tomates están caros en el norte de España, claro, es que ellos no tienen los invernaderos de Mazarrón, ya se sabe, y el trasporte esta carísimo

 

Otra cosa es el Bacalao al ajoarriero, plato tradicional donde los haya, con su bacalao desmigadito, sus pimientos y su ajo, especialidad de la casa. Un plato al centro… 30€, no me jo…, de verdad. nos han visto cara de guiris.

 

Con dos chuletones indiferentes, en un plato caliente al centro, completamos una cena de la que salimos con la duda de saber si nos habíamos equivocado en la elección de los platos o directamente en la del restaurante.

 

Probablemente en otra visita las cosas serian diferentes, quien sabe,  pero yo creo que no les voy a dar la oportunidad.

 

Solo me queda decir una cosa, una lástima el cierre del Masadi

 

 

 

Ambiente: 7.5

Presentación: 7

Cocina: 6         

Servicio: 8

Originalidad platos: 6

Relación calidad Precio: 2

 

Media: 6.08

 

Taperia A Muñeira. Cartagena

 

Mira que me gustan los restaurantes típicos;  japoneses, andaluces, mejicanos, vascos (el lizarran no cuenta), gallegos…

 

Bueno lo de gallegos creo que lo tenemos que matizar, me gustan, pero unos más que otros, y la culpa de esto se la vamos a atribuir a la Taperia a Muñeira en Cartagena.

 

El restaurante es peculiar. Está situado en una casa antigua que ha pasado por muchas manos, y muchos usos, hasta convertirse en este restaurante gallego.

 

La decoración es rustica, ya sabéis, madera, piedra, acorde con el menú y con el espíritu del restaurante, y un grifo de estrella Galicia en la barra comparte protagonismo con las botellas de Albariño que se regalan al pedir varias tapas.

 

La zona del comedor se divide en terraza, barra y salón interior, donde reservamos nuestra mesa el mismo día sin ningún problema.

 

Ya sentados, y antes de que un grupo de gaiteros nos diera una serenata a unos 200 decibelios, ojeamos la carta. En ella, como es natural, mariscos, pulpo, cachelos, lacón, chorizos y ternera, vamos lo esperado y a buen precio. La bodega, o el refrigerador de vinos en este caso, algo escaso, apenas tres o cuatro referencias en blanco y cuatro o cinco desconocidos entre los tintos, solo un Bai Gorri a 17 euros tenía el gusto de habernos conocido.

 

Pero vamos a cenar que es a lo que hemos venido, y para abrir boca unos berberechos al vapor, de esos gordos, carnosos, con sabor intenso, con aroma a la “costa da Morte”… Pues de esos no quedaban. Los que si tenían eran unos medianitos, algo pasados y sosos pero por 9 euros la ración tampoco debía haber esperado mucho mas.

 

Los mejillones dejaron el listo un poco más alto, aunque tengo que confesar que a mí los mejillones que me los pongan en escabeche y con una patata a modo de tenedor. De cualquier manera estos cumplían sobradamente

 

Algo más flojos los chocos en su tinta, poco convincentes y un poco sosos, menos mal que la ración no era muy grande, ni muy cara.

 

Una vez terminado el pescado-marisco, nos fuimos a la acera de enfrente, esa donde sirven unos chuletones gallegos como el que tenéis en la foto, Un aspecto sugerente y apetitoso que escondía un entrecot a la parrilla algo recocido, estoy seguro de que habitualmente lo cocina mejor.

 

Cerrando la sesión, como no, una tarta de Santiago, y una tarta muñeira fruto de la insistencia de un camarero bien dotado para la venta. Mucho mejor esta ultima sobre todo después de una abundante ingesta de calorías que no recomendaba, al menos no si queremos conservar la linea de cara a la operación bikini, tomar postre y menos uno basado en la harina y las almendras.

 

¿El precio?. Pues ni fu ni fá unos 20-25 € por persona, barato para un gallego, algo caro a la vista del resultado.

 

Vamos con las notas:

 

Ambiente: 7

Presentación: 6,25

Cocina: 6,5      

Servicio: 7,25

Originalidad platos: 6

Relación calidad Precio: 6.5

 

Nota Media 6,58

Hotel Restaurante Hispano Murcia

Hotel Restaurante Hispano Murcia

Como  decíamos ayer…

 

 

La gran mayoría de los restaurantes, en cualquier parte del mundo, viven su particular ciclo de vida hostelero, con un nacimiento, un crecimiento, reproducción o no y una más o menos pronta desaparición cuyos restos son locales vacios tras unos cristales pintados de blanco, barras desiertas que otra día fueron apoyo y alimento, físico y espiritual a gentes de otra época

 

Otros en cambio, tocados por la fortuna o el buen hacer,  con el paso de los años se convierten en lugares con solera, con encanto especial, estandartes de la gastronomía local y que viven una eterna juventud.

 

Mi última visita nos lleva a una tercera vía, a lo que podríamos denominar como un limbo gastronómico. Un lugar donde el tiempo no avanza para lo bueno y lo malo.

Volver al restaurante hispano es reencontrarse con la Murcia de hace tres décadas, de esa época en la que Albacete aun nos pertenecía y la democracia era un proyecto.

Regresar al camarero con pajarita, a  los bodegones en las paredes y las celosías de cristal traslucido, al carro de postres,a la materia prima de calidad, la leche frita y el tocino de cielo.

 

 Mantener los guisos del día es una costumbre que perdura de aquellos tiempos. Así como mantener en la carta platos como el steak tartar, las ostras francesas, el marisco de la lonja o la dorada a la sal.

 

Es cierto que para luchar contra el olvido y tratar de sobrellevar la tan manida crisis sus dueños han abierto un nuevo restaurante apodado Hispano “nueva tradición” con el que al parecer,  y sin la seguridad que me brindaría el haberlo comprobado “in situ”, comparte carta en un espacio más moderno y acogedor para las nuevas generaciones.

 

 Pero nuestra visita debía ser a la tradición y por eso comenzamos con una escalibada o en versión más huertana un asadillo de verduras con bacalao. Producto fresco, preparando cada verdura en su punto de cocción, solo se echa en falta más bacalao con el que hacer honor al apellido del plato, al menos el presente cumplía con un ligero sabor a brasa.

 

Seguimos con la huerta, como no podía ser de otra manera, pero modernizándonos con unas berenjenas “chips”. Rebozado finísimo, pimientos de padrón (y el mío era de los que pican) y un poco de pisto para dar color, vamos por buen camino.

 

No se puede más que alabar el tartar de atún rojo, natural, apenas tratado, un pelín picante por la mostaza que lo adorna y exquisito.

 

No podemos decir lo mismo de unos huevos rotos con jamón en los que la presentación y la atención del camarero rompiéndolos al servirlos no puede compensar una textura de la patata blanda, pasada y “zapatera”. No se puede permitir un restaurante de una mínima categoría recalentar un plato. El microondas es para las tascas y los bares de barrio pero no para el Hispano.

 

Olvidándonos de este “pecado mortal” pasamos a disfrutar del postre. Resulta curioso que en un restaurante mi plato favorito sea un postre. ¿Esto es bueno o malo?. Pues no lo sé.

 

Extraño es que una cocina destaque por su postre pero este lo merece. Porque después de 30 años sigue cautivando por su sencillez y sabor y por el cuidado con el que se prepara. Aquí no hay nada de tulipas industriales, esto es una teja casera, gruesa y almendrada, contundente. Acompañada de un excelente helado de café y un sirope de chocolate. Por cierto no he dicho el nombre:Perfecto de café

 

Sé que somos poco comedores, por lo que el precio no es representativo, pero menos de 25 € por persona con una botella de Muga es un coste razonable y permite perdonar algunos fallos

 

Parece que al final hay cosas que no deben cambiar nunca

 

 

Ambiente: 6,5

Presentación: 7

Cocina: 7,25  

Servicio: 7,5

Originalidad platos:5,5

Relación calidad Precio:7

 

Nota Media 6,79

Entre Col y Col de Alfonso Egea

Entre Col y Col de Alfonso Egea

Aunque aquí venimos a hablar del restaurante (ponemos voz de Fernán Gómez) el nombre tan refranero del mismo merece recordar de donde procede este dicho:

Este proverbio se utiliza cuando estamos tratando varios asuntos de la misma índole o realizamos una serie de acciones similares y entre medias intercalamos otros que nada tienen que ver. El hecho de intercalar algo diferente entre esa serie de asuntos o acciones de temática parecida, tiene como fin amenizar y mantener el interés de quien nos escucha u observa.

1.- El autor Covarrubias, en su libro el Tesoro, explica muy visualmente este proverbio y dice: "Entre col y col, lechuga; acostumbran los hortelanos a hacer las eras de su hortaliza tan ordenadas y compuestas, que dan contento a la vista; y, por variar, entre una col ponen una lechuga, de donde se toma el refrán, para advertirnos que todas las cosas piden alguna variación y diversidad, para no cansar el entendimiento ni los sentidos.

2.- Según el Diccionario de modismos, de Ramón Caballero, "se dice, familiar y metafóricamente, de las cosas, palabras, ideas, etc., que se entrometen con otras, y no guardan relación alguna entre sí.

3.- Sbarbi, en su Gran Diccionario de Refranes, dice que esta expresión "advierte que para que no se cansen o fastidien algunas cosas, es conveniente variarlas".

4.- Correas, en su libro Vocabulario de Refranes dice: "Entre col y col, lechuga; así plantan los hortelanos. Dícese cuando entre el trabajo se toma algún alivio o se mezclan cosas diversas".

Aunque este proverbio es tan antiguo que ya aparece en la Celestina, sin embargo no aparece en el Diccionario de la Academia.

Fuente: http://apuntes.quijost.com.

 

 

Al igual que el refrán a Alfonso Egea poseedor de una estrella Michelin por su restaurante Alfonso en la Dehesa de Campoamor, le gusta alternar entre un restaurante de toda la vida y uno de esos ahora denominados “gastrobares” que han puesto de moda varios conocidos cocineros al frente de los cuales se encuentra Paco Roncero.

 

La idea de estos locales es acercar la alta cocina a todos los públicos ofreciendo platos de cuidad elaboración a unos precios razonables al alcance de cualquiera..

 

En el caso que nos ocupa este “entre col y col” fue inaugurado hace algo más de un año por Alfonso junto a la calle Alfonso X el Sabio, valga la redundancia, cerca del conocido como parque de los perros.

 

En un local de pequeñas dimensiones, con una ambientación moderna en colores oscuros, plástico y luces de neón, y que contrasta con el veterano aspecto de su dueño, encuentran acomodo unas pocas mesas tradicionales con taburetes y mesas altas dejando un espacio reducido entre los comensales.

 

Con capacidad para no más de 40 personas, acudimos un Sábado por la noche sin reserva previa y no encontramos problemas para cenar.

 

El servicio de variadas nacionalidades atento y dispuesto aunque puede que no demasiado experimentado pero supliendo con simpatía cualquier incidencia.

 

Una vez sentados y “con las manos en la carta” nos amenizan la espera con unas lonchitas de fuet, se agradece pero si estamos en un gastrobar espero algo más que un trocito de casa tarradellas en la mesa

 

En la carta dominan tapas y raciones, los tradicionales platos de carnes o pescados (apenas una carrillera, canelones o un mújol con verduras) quedan reducidos a la mínima expresión,  no hay  platos principales, aquí hemos venido a tapear, de eso es lo que se trata,

 

En la carta, distribuida en tapas frías y calientes, cocas, y arroces, encontramos entre los primeros como se mezclan simples aceitunas, mejillones y ensaladilla (parece que en Murcia es inevitable) con bocados con más renombre como exqueisada de bacalao, Foie en Crocanti y tomates rellenos de ahumados y salazones.

 

En caliente clásicos como callos, almejas al ajillo o bravas comparten papel (protagonista) con platos más jóvenes y originales como las brochetas de pulpo con espuma de patata con una presentación en general bastante cuidada

 

Quizá por la cercanía alicantina y la influencia campoamoreña tienen hueco en la carta y con muy buen resultado las típicas cocas valencias así como los arroces propios del levante español.

 

Pero vamos a hablar con conocimiento de causa y así podemos explicar la presentación de una ensalada en la que escarola, naranja y bacalao forman un buen conjunto algo falto de aliño.

 

Podemos dar buena fe de unos buñuelos ricos en bacalao, coloreados con tinta de calamar y adornados con un puntito de mayonesa.

 

Seguimos y mejoramos el nivel con unas alcachofas con jamón y trufa. El fruto de la alcachofera cortado en trozos gruesos y cocinado a la plancha se cubre de un jamón cortado a cuchillo y sabroso, pese a no ser ibérico, y con la ausencia al menos a la vista de la trufa. Buen nivel.

 

Terminamos con una coca de masa muy fina y de forma alargadamente irregular sobre un plato de pizarra. Verdura fresca, pimientos, cebollas, champiñones, con un punto de horno y aun crujientes acompañan a unas anchoas, alcaparras y unos pimientos de padrón en un plato tradicional pero rejuvenecido y logrado. Ingredientes simples que dan un gran resultado. Sin duda lo mejor de la noche.

 

Solo nos queda repasar la carta de vinos antes de hablar de dinero:

Abundantes referencias, la mayoría nuevas para nosotros, y con precios ajustados en los conocidos (Ramón Bilbao CR 13€). Vino y cava (Gramona 3€) por copas permiten disfrutar con moderación.

 

Nuestra cuenta: 55 € para dos frugales comedores, razonable para un local que se queda algo corto para su pedigree

Restaurante Masadi, Murcia

Restaurante Masadi, Murcia

 

Avenida Francisco Jimenez Ruiz, 2 Murcia

 

En nuestro habitual periplo gastronómico por la región de Murcia esta semana tuvimos el gusto de visitar este restaurante que desde 2008 y al mando de Marylen Salido Diaz y del Chef Fran Rebollo  en los fogones amplia la oferta gastronómica de la Región de Murcia autodefiniéndose en los siguientes términos:

 

“RESTAURANTE MASADI es un restaurante minimalista donde intentamos servirles con la mejor calidad a nuestro alcance, utilizando las técnicas de alta cocina más avanzadas en la región de Murcia, nos diferenciamos de los demás siendo los únicos en integrar los salones VIP donde pasaran un rato agradable en compañía de su ser amado, de sus compañeros de oficina o por qué no de su familia que siempre merece lo mejor.”

 

 

Momentos complicados para abrir un restaurante de cierta categoría como parecía corroborar la escasa ocupación del restaurante al que acudimos tras una reserva telefónica con ciertos problemas sin importancia con los teléfonos.

 

El local, que extrañamente cuenta con una pequeña cafetería en el lado derecho, independiente y separada del comedor principal, está decorado con un ambiente moderno en el que el mármol y los tonos rojos de las paredes contrastan con unas mesas cubiertas de manteles negros y sillas de piel del mismo tono. Luces de Neón azules y una pequeña cava empotrada en la pared configuran el salón un salón con capacidad para unas 60 personas y que cuenta con dos reservados separados por unas puertas correderas para los que deseen cierta privacidad.

 

Una vez sentados en la mesa y mientras nos atiende un dispuesto camarero echamos un vistazo a la carta, que podéis consultar en la página web: http://www.masadi.es/,  y nos decidimos rápidamente por un menú degustación que por 40 euros incluido el vino (un Protos Roble, D.O Ribera del Duero) es claramente la mejor opción para poder apreciar las virtudes del restaurante.

 

Para hacer más corta la espera y de paso justificar el cobro del pan nos acercan a la mesa unas tostaditas de pan acompañadas de pimientos asados y tomate rallado en sendos recipientes.

 

No les hacemos mucho caso puesto que lo que nos espera es un menú de 5 platos más un postre y nos disponemos a entrar en materia:

 

Comenzamos con un carpaccio de chato murciano, en el que la carne no esta cruda sino mas bien tipo “roast beef” o en este caso roast pork en el que las laminas de la carne forman una montaña sobre los mismos pimientos asados del aperitivo y se acompaña de unos pegotitos de una mostaza rebajada. Buena presentación del plato aunque para mi gusto el aceite del pimiento dominaba demasiado el plato.

 

Vol au vent formado por un hojaldre ligero y fino, relleno de un pollo en su punto, jugoso pero hecho, acompañado de champiñones y una salsa de nueces a la que la decoración con Módena reducido mejora, no sabemos si voluntariamente o no, suponemos que si, el resultado final con un contraste, entre una salsa ligeramente dulce y suave y el toque contundente del vinagre, muy acertado.

 

Ensalada de hojas variadas, vinagreta, mermeladas de pimiento rojo y cebolla, queso de cabra aligerado con yogur y brocheta con dos langostinos conforman una ensalada en la que parecen haber utilizado todos los ingredientes de los que disponían en la cocina, si bien el resultado es positivo, nutritivo sin duda y apetitoso.

 

Después del chato, el pollo y la ensalada toca irnos hacia la costa con una filete de merluza a la plancha con un punto de cocción estupendo, carne firme y fácil de separar que se acompaña de una salsa de vieira, algo flojita de sabor, y un langostino y esparrago triguero coronando la creación. Plato muy apetecible, como única pega y por ser delicados el langostino cocido no aporta nada al plato (una gamba blanca a la plancha por ejemplo si) incluso desmerece un poco el resto de ingredientes, siempre hablando desde mi punto de vista, claro.

 

Terminamos la gama de platos “salados” con un timbal de cordero, paletilla para ser exactos, desmigado, con un sabor potente y cubierto tiras de puerro frito y una salsa algo ligera de más de vino. Sabroso y abundante, demasiado para mi estomago después de otros cuatro platos.

 

Terminamos con el postre, para el que dicen que siempre queda hueco, y menos mal porque sería una pena dejarnos una finísima tulipa de pasta brick rellena de helado de turrón y fresas maceradas y con pimienta, con unos hilitos de caramelo y un sirope de chocolate en la base del plato. Delicioso, estupendo broche para la cena.

 

En cuanto a la “dolorosa” 40 euros + IVA por menú mas dos euros de pan (pillines, esto no se hace en un menú) con bebida incluida hacen suponen un precio bueno y un buen lugar para celebrar cualquier comida o darse un pequeño homenaje. Vamos a ayudarles a que se mantengan por mucho tiempo y que nos den nuevas alegrías gastronómicas.

 

Notas:

 

Ambiente: 7,5

Presentación: 7,75

Cocina: 7.5      

Servicio: 7,25

Originalidad platos: 7.25

Relación calidad Precio: 7,5

 

Nota Media 7,46

 

Restaurante La Sella, Cartagena

Restaurante La Sella, Cartagena

Calle de Pablo Picasso 21, 

Cartagena‎ - 968 51 65 80

 

 

Yo soy de los que piensan que poner trabas a la amplia gama de productos que se utilizan en la cocina es una lástima desde el punto de vista culinario. Con el impresionante abanico de materias primas, sabores, colores, texturas que nos proporciona la naturaleza ceñirse a lo que surge de la tierra en mi opinión es limitarse y nos frena en el disfrute al cien por cien de nuestro paladar.

 

De cualquier manera, ya sea por la respetable opción de los vegetarianos que, por respeto a los animalitos, no consumen nada vivo (yo juraría que las plantas si lo están), o por aquellos que opinan que la alimentación vegetariana es más saludable y natural puesto que, entre otras cosas parece comprobado que reduce el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, si bien también puede conducir a ciertas carencias nutricionales, como  la falta de determinadas vitaminas(B12, L-Carnitina,) o Hierro, entre otros,  no está de más invitaros a probar esta opción aunque solo sea por una vez. Eso sí, debo advertir de que, a pesar de que me gusta el restaurante, no ha conseguido liberarme de la temibles garras de la carne pescados y mariscos a los que seguiré siendo fiel mientras el bolsillo lo permita.

 

Para darle esta oportunidad a los vegetarianos el mejor sitio de los que he probado es La Sella enclavado en Cartagena y que por ambiente, servicio, calidad y precio supera a muchos otros que hemos probado en ciudades como Sevilla o Madrid.

 

Con espacio para unas 10 mesas y no más de 30 personas distribuidas a lo largo de las paredes de la primera de las dos plantas de una casa antigua pero reformada, el local está decorado con paredes lisas, mesas de madera, lámparas de tela y estantes con productos ecológicos.

 

Atendiendo el salón se encuentran propietaria y camarero que, si bien ponen todo su empeño y una amabilidad destacable, en días de alta ocupación, no alcanzan a atender a los comensales con la rapidez que sería recomendable limitados también por el reducido tamaño dedicado a la cocina.

 

Como buen vegetariano en su carta predominan platos que en su elaboración contienen algún tipo de queso, seta o salsa vegetal, elementos que aportan sabor a unas en principio y por naturaleza menos sabrosas materias primas. Dicho esto es cierto que una vez “entrados en materia” la comida se convierte en una interesante aventura gastronómica y que los platos están excelentemente resueltos no echando de menos productos más “impuros”.

 

 

Así, y en nuestro caso comenzar con una ensalada de alga iziki con una sabor ligero esta y acompañada con una vinagreta de soja y un ligero recuerdo a wasabi, dátiles, melocotón en almíbar (yo preferiría otra fruta natural) y lechuga del tipo iceberg. es una propuesta algo diferente, no excesivamente sofisticada aunque introduce alimentos menos comunes como este alga, y sabrosa en definitiva.

 

Continuamos con un “Liado de Anaïs”, consistente en una torta de masa de harina enrollada y rellena de una mezcla de puré de patata, algo de ajo, cebollas alteada, setas, dados de tomate y que se acompaña de arroz basmati ecológico salteado con pasas y una salsa tipo tártara y otra parecida al teriyaki.

 

Tras esto y con un servicio muy rápido esta vez, damos cuenta de un hojaldre relleno de zanahoria, cebolla y algo de membrillo cubierto de de una lamina de algo parecido a un hojaldre decorada con salsa de pimientos que se acompaña de pedazos de pan ácimo con salsa.

 

 

Para terminar, unas brocheta de verduras cocidas previamente con coliflor, calabacín, pimiento, setas y acompañado de unas hamburguesas de soja con un contundente sabor a curry y acompañadas de nuevo del arroz antes comentado.

 

 

 Junto a estas elecciones encontramos pizzas vegetales algo más exóticas de la clásica cuatro estaciones, me viene a la cabeza una con calabaza macerada en vinagre de Módena, o tostas con tomates secos. Humus de garbanzo, judía pinta y champiñones con “dips” de pan sin levadura frito… cuestión de probar

 

En fin, estamos ante un restaurante recomendable a cualquier comensal independientemente de si es un vegetariano convencido o no, incluso para dar una agradable sorpresa a los paladares mas “arcaicos” y poco amigos de salirse del clásico chuletón con patatas y encima por algo menos de 20 euros por persona.

 

Calificamos:

 

Ambiente: 6,75

Presentación: 7,25

Cocina: 7         

Servicio: 7,25

Originalidad platos: 7,5

Relación calidad Precio: 7,5

 

Nota Media 7,20