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DESDE LA COCINA

Entre Col y Col de Alfonso Egea

Entre Col y Col de Alfonso Egea

Aunque aquí venimos a hablar del restaurante (ponemos voz de Fernán Gómez) el nombre tan refranero del mismo merece recordar de donde procede este dicho:

Este proverbio se utiliza cuando estamos tratando varios asuntos de la misma índole o realizamos una serie de acciones similares y entre medias intercalamos otros que nada tienen que ver. El hecho de intercalar algo diferente entre esa serie de asuntos o acciones de temática parecida, tiene como fin amenizar y mantener el interés de quien nos escucha u observa.

1.- El autor Covarrubias, en su libro el Tesoro, explica muy visualmente este proverbio y dice: "Entre col y col, lechuga; acostumbran los hortelanos a hacer las eras de su hortaliza tan ordenadas y compuestas, que dan contento a la vista; y, por variar, entre una col ponen una lechuga, de donde se toma el refrán, para advertirnos que todas las cosas piden alguna variación y diversidad, para no cansar el entendimiento ni los sentidos.

2.- Según el Diccionario de modismos, de Ramón Caballero, "se dice, familiar y metafóricamente, de las cosas, palabras, ideas, etc., que se entrometen con otras, y no guardan relación alguna entre sí.

3.- Sbarbi, en su Gran Diccionario de Refranes, dice que esta expresión "advierte que para que no se cansen o fastidien algunas cosas, es conveniente variarlas".

4.- Correas, en su libro Vocabulario de Refranes dice: "Entre col y col, lechuga; así plantan los hortelanos. Dícese cuando entre el trabajo se toma algún alivio o se mezclan cosas diversas".

Aunque este proverbio es tan antiguo que ya aparece en la Celestina, sin embargo no aparece en el Diccionario de la Academia.

Fuente: http://apuntes.quijost.com.

 

 

Al igual que el refrán a Alfonso Egea poseedor de una estrella Michelin por su restaurante Alfonso en la Dehesa de Campoamor, le gusta alternar entre un restaurante de toda la vida y uno de esos ahora denominados “gastrobares” que han puesto de moda varios conocidos cocineros al frente de los cuales se encuentra Paco Roncero.

 

La idea de estos locales es acercar la alta cocina a todos los públicos ofreciendo platos de cuidad elaboración a unos precios razonables al alcance de cualquiera..

 

En el caso que nos ocupa este “entre col y col” fue inaugurado hace algo más de un año por Alfonso junto a la calle Alfonso X el Sabio, valga la redundancia, cerca del conocido como parque de los perros.

 

En un local de pequeñas dimensiones, con una ambientación moderna en colores oscuros, plástico y luces de neón, y que contrasta con el veterano aspecto de su dueño, encuentran acomodo unas pocas mesas tradicionales con taburetes y mesas altas dejando un espacio reducido entre los comensales.

 

Con capacidad para no más de 40 personas, acudimos un Sábado por la noche sin reserva previa y no encontramos problemas para cenar.

 

El servicio de variadas nacionalidades atento y dispuesto aunque puede que no demasiado experimentado pero supliendo con simpatía cualquier incidencia.

 

Una vez sentados y “con las manos en la carta” nos amenizan la espera con unas lonchitas de fuet, se agradece pero si estamos en un gastrobar espero algo más que un trocito de casa tarradellas en la mesa

 

En la carta dominan tapas y raciones, los tradicionales platos de carnes o pescados (apenas una carrillera, canelones o un mújol con verduras) quedan reducidos a la mínima expresión,  no hay  platos principales, aquí hemos venido a tapear, de eso es lo que se trata,

 

En la carta, distribuida en tapas frías y calientes, cocas, y arroces, encontramos entre los primeros como se mezclan simples aceitunas, mejillones y ensaladilla (parece que en Murcia es inevitable) con bocados con más renombre como exqueisada de bacalao, Foie en Crocanti y tomates rellenos de ahumados y salazones.

 

En caliente clásicos como callos, almejas al ajillo o bravas comparten papel (protagonista) con platos más jóvenes y originales como las brochetas de pulpo con espuma de patata con una presentación en general bastante cuidada

 

Quizá por la cercanía alicantina y la influencia campoamoreña tienen hueco en la carta y con muy buen resultado las típicas cocas valencias así como los arroces propios del levante español.

 

Pero vamos a hablar con conocimiento de causa y así podemos explicar la presentación de una ensalada en la que escarola, naranja y bacalao forman un buen conjunto algo falto de aliño.

 

Podemos dar buena fe de unos buñuelos ricos en bacalao, coloreados con tinta de calamar y adornados con un puntito de mayonesa.

 

Seguimos y mejoramos el nivel con unas alcachofas con jamón y trufa. El fruto de la alcachofera cortado en trozos gruesos y cocinado a la plancha se cubre de un jamón cortado a cuchillo y sabroso, pese a no ser ibérico, y con la ausencia al menos a la vista de la trufa. Buen nivel.

 

Terminamos con una coca de masa muy fina y de forma alargadamente irregular sobre un plato de pizarra. Verdura fresca, pimientos, cebollas, champiñones, con un punto de horno y aun crujientes acompañan a unas anchoas, alcaparras y unos pimientos de padrón en un plato tradicional pero rejuvenecido y logrado. Ingredientes simples que dan un gran resultado. Sin duda lo mejor de la noche.

 

Solo nos queda repasar la carta de vinos antes de hablar de dinero:

Abundantes referencias, la mayoría nuevas para nosotros, y con precios ajustados en los conocidos (Ramón Bilbao CR 13€). Vino y cava (Gramona 3€) por copas permiten disfrutar con moderación.

 

Nuestra cuenta: 55 € para dos frugales comedores, razonable para un local que se queda algo corto para su pedigree

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